El cielo de Lima para algunos

Ayer tuvimos sesión del famoso Club de lectura Vázquez-Montalbán.1 Aprendí muchísimo, y eso que no eran precisamente alumnos: forenses, filólogos, músicos (músicas), ingenieras, historiadoras y yo, yo mismo comparado (literato con qué). Las ausencias también fueron notorias, porque es un grupo exquisito. Habíamos leído El cielo de Lima, de Juan Gómez Bárcena, y creo que es la primera vez que todo el mundo llevaba la lectura terminada.2 Por supuesto, fue una sesión de espiritismo, quiero decir de lecturas erróneas (misreadings) patrimonio de una multitud.

Va a haber spoilers, aunque en un libro así me parece un aviso ridículo; a mí que me jodió saber antes de tiempo el final evidente de Madame Bovary.3 Sin embargo, me parecen claves de interés general, perdonadme la franqueza; no me consintáis la honestidad. Se puede, de todas formas, imaginar otra novela siguiendo estos apuntes. La mayoría manejamos la edición de Seix Barral.

Lo primero, la tranquilidad de nombrar, de manufacturar lo informe (techné).4 Poner palabras parece ordenar el caos, como el niño que se canta bajito en la oscuridad (la imagen es de Deleuze y Guattari, 1985). En El cielo de Lima, el licenciado crea el sentimiento del amor para criaditas y gabanes a partir de algunos síntomas fisiológicos, de “perro que quiere encamarse con la perra” (cito par coeur). Antes de eso, no existía. Después de eso, Eros y Tánatos, el amor y la muerte, der Tod und das Mädchen, la muerte y la doncella. Eros dulce y amargo.

Un paso más, el amor como enfermedad con una mano en Desmorir, de Anne Boyer. La “tranquilidad” de escuchar por vez primera un diagnóstico, en especial para los enfermos mentales, que pasan años antes de que el licenciado/a nombre aquello propio o impropio.5 El caos desatado para quien no lo espera, tantos enfermos de cáncer. La hybris, si uno es fatalista como yo soy y cumple ciertos requisitos.

La enfermedad para la alta sociedad criolla de principios del siglo XX, la heterosexualidad u homosexualidad o bisexualidad o transexualidad o el travestismo del hijo del burgués, Carlos, Carlota, Roman (¿roman?), Georgina. El amor o el ser enemigo del orden social. “Hay que matarla” (pág. 285).

Siempre hay alguna más popular, más sofisticada, más femenina o más burda: la tuberculosis (Los muertos, Joyce), la depresión (La bella state, Pavese), el VIH (Un beso de Dick, Molano Vargas), la bipolaridad (Viaje al manicomio, Millet), el cáncer (La enfermedad y sus metáforas, Sontag), la disentería.6

El “buen obrero”: “Desharrapados que han de reunir las virtudes que esperan de todo burgués: la prudencia, la discreción, los buenos modales, el recato, la moral sin tacha” (pág. 188).

¿Georgina (¿Carlos, Carlota, Roman?) existe? Tiene rostro(s), es multitud, tiene alma (es y ha sido contemplada, y “Alma es lo que contempla”). ¿Muere?

El tiempo avanza en dos direcciones: a la manera griega, ortodoxa, hacia delante hasta la página 285; y cristianamente, desde el final hasta el presente, después. Para entonces, el lector ya ha sido incorporado a una y otra líneas temporales, que no se anulan sino discurren juntas y en paralelo. Esto descoloca a los gramáticos. Hay que saber geometría (Platón).

En el desenlace sugerimos que aúna tragedia y esperpento. La tragedia cristal, ironía y Dios en el poeta dos veces veinte desengañado; al que llaman Maestro, Jesús de Nazaret o, bajo cierta luz, Juan Ramón Jiménez: “Si tú hablas a un dios, cuando responde / viene la muerte por correspondencia” (Gamoneda, 2019). La tragedia en la muerte lánguida de Georgina. El esperpento en la muerte de Carlos y del de más allá, al que todavía no hemos aludido. La tragedia en la panza de burro limeña que es la grisura, la informidad de la masa financiera, tan mirada ella en el malecón donde no se refleja. En las bombillas de colores de Barranco, la madeja.



Notas
1. El guión es un capricho pasajero. La tilde en guión, una creencia firme.
2. Normalmente No todo el mundo. Quien quiera entender, que pruebe.
3. Aunque prefiero La educación sentimental.
4. Lo del Génesis aquí ya es un poco cliché, lo salto. Tranquilos que luego abro el Nuevo Testamento.
5. Los nombres propios. Entienda quien haya probado.
6. Alguna probabilidad habrá de que después de pensarlo mucho pueda ocurrírseme un título relacionado con la disentería, pero prefiero mostrar las vergüenzas. Me viene Imán de J. Sender, donde justo mueren de sed (más bien de la barbarie que en el 36 se extendió por España).


Bibliografía

  • Aristóteles. (2004). Acerca del alma. Losada
  • Boyer, Anne. (2021). Desmorir. Sexto Piso
  • Carson, Anne. (2020). Eros dulce y amargo. Lumen
    • (2022). Cristal, ironía y Dios. Vaso Roto
  • Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. (1985). El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Paidós
  • Flaubert, Gustave. (2005). Madame Bovary. Cátedra
    • (2005). La educación sentimental. Random House
  • Gamoneda, Antonio. (2019). Esta luz. Volumen I (1947-2004). Galaxia Gutenberg
  • Gómez Bárcena, Juan Gómez. (2023). El cielo de Lima. Seix Barral
  • Jiménez Serrano, Marta. (2021). Los nombres propios. Sexto Piso
    • (2023). No todo el mundo. Sexto Piso
  • Joyce, James. (2015). Dublineses. Akal
  • Millet, Kate. (2019). Viaje al manicomio. Seix Barral
  • Molano Vargas, Fernando. (2021). Un beso de Dick. Blatt & Ríos
  • Pavese, Cesare. (2021). La bella estate. Einaudi
  • Rodríguez, Claudio. (2004). Antología poética. Espasa
  • Sontag, Susan. (2008). La enfermedad y sus metáforas. El SIDA y sus metáforas. Debolsillo




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