Comunicado en palabras, por demás, piadosas

Estimados lectores:

Sabéis que los diarios a veces se abandonan por semanas e incluso por meses. No es algo premeditado, ni mucho menos. Observo de cerca este compromiso para con vosotros y para conmigo1; pero dijo el poeta Francisco Javier Ávila2: «A veces se impone el silencio», y no merece la pena revolverse en exceso. Este suele ser propiciatorio, si no es acaso de otro modo: que sea el centro de las palabras. Seguro que es la postura de tantos místicos, y a lo mejor la mía propia (sin prodigarme).3 Es como en sueños en los que uno ya no es capaz de hacer algo sencillísimo, y se agobia, tampoco demasiado, porque lo sigue intentando (cada vez con peores resultados). Se suma que escribo, por otra parte, algo más serio, y también me ocupa, y a veces una idea se da en un sitio que no puede darse en el otro, y yo en esto no tengo cabida más que en seguir al dictado, que sólo lo peor entre lo que escribo se me puede atribuir, alguna vanidad que a uno se le escapa y sólo muy tarde repara en ella, porque está en su condición escapársele y enmendarla a destiempo, si pudiere, y mal. Se aceptan entonces las disculpas, que es deber entre cristianos, y aun entre personas si se dan las condiciones; o no se aceptan, que atribularse es facultad de cada cual, pero la libertad la da el señor, es decir el dinero, y por eso se dice que la libertad es lo más preciado, no lo más conveniente; mucho menos para el que no nace ameritado, es decir apadrinado de algún señor. Y ya callo, que empiezan a oír los sordos, y esto puede causarles gran malestar.



Notas
1. Soy marxista, tenemos un sentido utópico del deber, y con utópico digo irredento.
2. A cuyas clases tuve el acierto de asistir.
3. Andrés, Ramón. (2010). No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio. Acantilado

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