Camino del Calvario. La ruta de la nieve, el río y la bronca

Orillas llenas de musgo, nieve y hielo.1 En el salto, podía haberme partido una pierna, golpearme en la caída con una roca en la cabeza y caer inconsciente a la corriente helada, ante la mirada cabal y cavilosa de mis tres amigos, que representaban a la humanidad en su sensatez de raza. Mira, yo si hacía falta me partía una pierna y perdía allí la vida, pero no quería vivir [ni cinco minutos] con los pies calados. Para eso entreno: para ese tipo de situaciones donde se trata de no mojarse los pies. Y similares.

Salimos de Madrid los cuatro: los novios delante y el policía y yo detrás íbamos escuchando reggaetón del malo. La ruta se preveía fácil, dificultad: fácil, ponía- pese al nombre: Camino del Calvario.2 Y debía de serlo (fácil) en otras circunstancias, aunque no se puede decir que fuésemos mal equipados. Yo llevaba incluso unos leggins morados de mi tía debajo del pantalón de material concreto, que enseñé inmodesto a la concurrencia. Más allá de mi aportación al carnaval y el agua (chucano y aguador), el novio traía: un recio dispositivo GPS, ricos bocadillos caseros y unas bolsitas químicas que se calentaban al recibir algún tipo de orden. Estas últimas provocaron un poco de socarronería, pero luego se demostraron muy útiles y hubimos de retractarnos ante la mirada reprobatoria y ruborizada por la calidez mágica de las bolsitas del ofendido.

A la vuelta —no habíamos podido completar la marcha por la verticalidad resbaladiza del sendero—, el río se apareció delante de nosotros. Nadie hasta entonces volvió a acordarse de la masa de agua que bajaba soberbia por el deshielo, y buscar el puente por el que atravesáramos y que un par de horas atrás vislumbramos como milagroso se descartó enseguida. Debió de mediar un silencio, ya alguien habría exclamado Hostiaas antes de decidirnos por encontrar un paso que pudiéramos salvar conservando el calor en los pies. No hubo nuevas visiones, todo lo más una distancia ligeramente más modesta entre las dos orillas gracias a una mole pétrea que elevaba el número de resultados posibles. Yo volé sobre todos ellos, los otros hicieron el paseíllo de la vergüenza y el resto es historia.

Como medida excepcional o de gracia, la bronca no me la montaron a mí, que de alguna manera había ampliado los límites y el orgullo de la especie. En realidad venía de atrás, tal vez desde el punto mismo donde dejamos el coche. Se me permitirá no airear las razones, aunque sólo sea por no compartir el destino del otro.


Diccionario de uso del español María Moliner



Notas
1. 22 de enero de 2023.
2. El uso de guiones debe verse en Kane, 2020: «La puntuación se utiliza para indicar el flujo del habla, y no para ajustarse a las reglas gramaticales».

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2 respuestas a “Camino del Calvario. La ruta de la nieve, el río y la bronca”

  1. Avatar de Ana Legidos Jamilena
    Ana Legidos Jamilena

    Como nos gusta hacer el cabra…todo sea por el orgullo de la especie! jajajaja (aunque ya te digo que queda minimizado con los pantis 😅)

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    1. Lo siento, pero no puedo estar de acuerdo con el paréntesis. Si la vida es ridícula, los pantis aportaban un asidero de dignidad. 🐈‍⬛

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