Obón, 30/9/24
El tercer día la decepción se desboca, presa de una imaginación galopante. En realidad, a última hora de ayer, pero ya tarde para recogerlo en estos cuadernos. He sido cruel, lo cual me hace sentir un poco incómodo hasta que mis hipótesis se vean confirmadas. Intuiciones- no es nada racional, ¿o sí? Imagino que es un condominio entre razón y sensibilidad. Nuevas cartas sobre la educación estética del Siendo (raíz y rizoma). Raíz porque el Sustrato nos corroe; el mamar continuado de la tierra donde fuimos arrojados, forzados a observar detenidamente el horror de nuestros pares, panda de HIJOS DE PUTA.
Estoy cansado de abordar los problemas. Hay conflictos que son del todo circunstanciales, en eso los boomers estaban en lo cierto, en dejar que los restos caigan por su naturaleza.
«Siempre se puede contar con un verdugo y una víctima para una prosa realista». No se debe hacer el relato de una rutina sin descubrir la sombra del verdugo, que seguro se trata de uno mismo.
Os habéis reído por encima de vuestras posibilidades y apenas habéis llorado. No soy capaz de entenderlo. Nothing but blue birds all day long. En comunidad se abren más las heridas, con esa cantidad de gente inconsciente, esa masa de verdugos y de víctimas despiadadas con la palabra presta a horadar los costados. Tengo ganas de irme, pero a ningún sitio que conozca.
Delante de mí, las sillas vacías son de lo más elocuente: participan del lenguaje de los árboles. Siento en ellas la presencia inasible de mis muertos, el peso lapidario de sus miradas. Y, sin embargo, resulta reconfortante en algún punto. Me siento, pues, desnudo y bien visible, abierto a los juicios que se privan de hacer- es lo bueno con los muertos, está todo dicho. Me ilumino de nostalgia en esta sala de espera. ¿Hasta cuándo? No puedo imaginar a mi padre sentado silencioso en esas sillas. Ninguno de los dos lo soportaría.
Tengo la fantasía de perderme para siempre entre estos cañones.
El canto de los grillos y los ojos de los cánidos acompañaban mi andanza en la madrugada de Obón. Mi primera parada fue un parque edificado sobre el antiguo cementerio, y aunque no paré de rezar no acabé de sentirme tranquilo hasta que salí del recinto. Había perdido el camino y la bifurcación que se supone se abría a mi izquierda continuaba hacia la profundidad del valle. Vi entonces bailar las cortinas de una ventana entreabierta y, obedeciendo a una señal, una silueta gacha aparecida en el umbral me invitó a entrar en la casa. Segundos después, escuché con claridad un golpe seco proveniente de algún punto cercano y me decidí a entrar.

Deja un comentario