Universidad Complutense, salón de actos del edificio D, 13/9/24
Antes de entrar a la ponencia de Olvido García Valdés que abre el curso para los estudiantes del Máster en Estudios Literarios, tengo unos minutos de conversación con ella gracias al arreglo del profesor-poeta Vilei. Insinúa que el cigarro es el alambraje que sostiene los cuerpos de los fumadores, dicho sea con menos pretensiones y mayor dominio del asunto. El cigarro es la muleta de cuantos no nos pusimos nunca delante de un toro. Por mi parte, nunca había hablado en presunta igualdad de condiciones con una poeta de su talla, que tanto me recuerda a la Gaite en gesto —menos enconado en Olvido—, temple y prosodia. Se diría que ha sustituido el tabaco por el bastón (la raíz), sobre el que no se arredra sino se yergue.
Una vez dentro, no quiero ser la persona de la reflexión ni de la pregunta. Olvido, cuyo nombre me devuelve incansable una cita de Cioran: «La vida sólo es posible a través de las deficiencias de la memoria»; lo inevitable del vínculo: los dos mencionan, además, la enfermedad del cuerpo y la posibilidad del suicidio. Su poesía tiene una relación cuasi fenomenológica con la realidad. Hablamos entonces de algo radical: «Anda verde el sentido por el campo», y ese verso la emparenta con Garcilaso y con Galdós, poetas también del verde. La soledad paradójicamente —poéticamente— relacionada con el olvido del yo, sin pasar por alto que la escritura, como el pensamiento, es afectiva, una cuestión de apegos: «El trabajo que cada uno hace a través de la vida, del tiempo, consigo mismo; donde lo gótico no tiene ningún interés».
Y a los jóvenes: «Un poema, en primer lugar, dice lo que dice. Vamos a dejar ‘lo que quiere decir’ y vamos a ver qué dice».

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