en defensa de la pasión


I have my sentence now
At last, I know just how you felt
I dig my fingers in, expecting more than just the skin
‘Cause we’re a lot alike
In favor, like a motorbike

The Last Dinner Party



01/11/24, día de todos los santos


querido félix:

andaba preguntándome estos días por una cuestión que quería comentar contigo. he
sacado de la estantería dos libros para escribirte esta carta: la gravedad y la gracia y la
búsqueda de interlocutor.

¿qué ocurre cuando nuestra capacidad narrativa sí encuentra satisfacción en la
conversación con el otro? ¿qué distingue una conversación feliz? ¿cómo reconocer al
interlocutor cuando, al fin, se le tiene delante?
“la alegría constituye la plenitud del sentimiento de lo real” dice simone weil.

cuando empezamos a escribirnos recordé algunas cuestiones esenciales sobre el hallazgo
del interlocutor, que no es otro que el capaz de articular con esmero la conversación que se
tiene a mano. será un buen interlocutor aquel que más que saber escuchar, quiera hacerlo.
más que aquel que ponga a disposición todas sus herramientas narrativas en la
conversación, aquel que ponga el amor en las palabras (el amor ya entraña la parte
técnica). porque el amor, en términos de simone weil, entenderá de distancia, entenderá de
espera. esto es lo que amo de las cartas.

la búsqueda de interlocutor, dice gaite, es el resultado “del deseo de romper la soledad: me
refiero a la búsqueda de un destinatario para nuestras narraciones”.

pero acabo de sacar también de la estantería (perdón) dos vidas de emanuele trevi, que
dice: “la felicidad debería consistir en prestarnos cada vez menos atención”. y es que
definitivamente hay un hallazgo feliz cuando se tiene enfrente (ya reconocido) al interlocutor
deseado: el yo puede ponerse en suspenso, relajarse y entregarse al intercambio que está
teniendo lugar. no solo por el placer del intercambio: también por el ejercicio de la narración
hecho a pares.

¿te conté que mi mejor amiga y su novio escribieron una novela a cuatro manos?

me siento impermeable a los horrores del mundo, y aunque sé que la felicidad no debe ser
esto (no puede evitar el compromiso con el mundo), ocurre un poco que cuando se es feliz
uno se distancia de todo horror. y, aunque sé que no te gusta, almodóvar lo ha explicado
muy bien en la habitación de al lado: los carmelitas amantes pueden quedarse en la guerra,
y quizá solo ellos pueden sobrevivir a ella. la pasión pone en suspenso el horror, la muerte
no existe: ser feliz es poner en suspenso la memoria y poner todas las herramientas a
disposición del goce del presente.

y sin embargo, nos hemos hecho cada vez más conscientes de los peligros de la pasión. la
pasión es susceptible de arrastrarnos a lugares incompatibles con la felicidad misma. por la
pasión llegamos a lugares verdaderamente oscuros, incluso por la pasión negamos estar en
ellos (incapaces de mirar a nuestro alrededor). porque la pasión pone la mirada
inmediatamente en dirección del interlocutor y el mundo se encuentra suspendido.
sí, sí, no puedo negar que tenemos que tener cuidado con esto. que nos hemos vuelto
prudentes porque la experiencia nos ha obligado a serlo. pero a veces me temo que no
exista ya otra cosa que esta prudencia aprendida. que apasionarnos se convierta siempre
en algo negativo. que hacernos vulnerables sea siempre perder. desconfío (no sabes
cuánto) en las posibilidades de medir todas las variables de nuestros intercambios, en la
hipervigilancia que nos convierta siempre en espectadores expertos en cada conversación.
porque ocurre que esto tampoco nos va a asegurar el éxito.

me explico. el otro día me puso nerviosa un tuit de una chica. decía que no entendía cómo
alguien podía ennoviarse con otra persona a la que conocía de hace menos de ocho meses.
dejando de lado la curiosidad que me genera la exactitud del timing concreto, pensé
inmediatamente que era un ejercicio imposible: resulta que la gente se enamora.

dice también simone weil: “por naturaleza, huimos del sufrimiento y buscamos el placer. solo
por esa razón el gozo sirve de imagen al bien y el dolor de imagen del mal. de ahí se
desprende la imaginería del paraíso y el infierno. pero en realidad, placer y dolor son
parejas inseparables”.

nosotros estamos en el centro del tríptico del jardín de las delicias, pero se nos olvida.
estamos en el punto intermedio en el que median lo mejor y lo peor del mundo. pero
queremos estar en el cielo, queremos contemplar solo la parte buena de las cosas. y ya sea
con las herramientas de la violencia o con el léxico de la psicología intentamos controlarlo
todo, ser dioses, evitar todo mal. en nuestra naturaleza está evitar el sufrimiento, pero
también lo está asumir que existe, que seremos infelices cuando perdamos las cosas que
ahora, en este preciso momento, nos están apasionando.

en la pasión nos perderemos un poco, pero quería decirte que confío plenamente en
nuestra capacidad para regresar a casa.

te manda besos,

alejandra

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